Para principios de siglo, Buenos Aires presentaba  una clase alta, formada por una burguesía de origen terrateniente y comercial; una clase obrera, en su mayoría trabajadores rurales, ferroviarios, portuarios, frigoríficos, industriales y de servicios públicos; y una clase media, integrada por profesionales, empleados públicos y pequeños comerciantes. La Argentina era considerada el “granero del mundo” y eso la convirtió en un foco de atracción para los ciudadanos europeos pero no todos los extranjeros que llegaron al país se pudieron dedicar a la actividad agrícola-ganadera porque no era fácil acceder a la posesión de la tierra ya que  se repartía en grandes latifundios y los inmigrantes sólo podían transformarse en arrendatarios, empleados o peones. Gran porcentaje de la demanda de la construcción fue cubierta por mano de obra inmigrante también, la industria alimenticia, textil y frigorífica constituyó un importante mercado de trabajo para los extranjeros.